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Capitulo Ocho: Aprendiendo del Mejor (Part. 2)

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Zanika99's avatar
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Capítulo Ocho: Aprendiendo del Mejor (Part. 2)
Era un mundo absolutamente paralelo. Para empezar no era puro pasillo y habitaciones como en la zona pública. El baño se conectaba con un salón, una especie de salón de... ocio, con sillones, mesitas, mesas más altas y sillas. Había ventanas, gigantes que por muy poco no ocupaban todas las paredes con un cristal tan impecable que parecía inexistente. El suelo era de azulejos blancos, del mismo tipo del baño, mientras que las paredes tenían el color del cielo.
Había pequeños puestos (así como negocios) repartidos por el lugar. Al preguntarle, con cara de idiota, a Tamara qué eran me respondió que eran quioscos, donde comprabas gaseosas, galletas, helados y cosas así.
El techo estaba bañado en luces, todas prendidas, tan blancas como la nieve. Te cegaban, pero iluminaban bien.
Había adornos, cuadros, plantas, e incluso obras de arte (bastante abstractas) decorando el lugar.
―Dios, ¡creí que esto sólo se veía en la tele!
El aire. El aire era más frío y limpio, obviamente porque el lugar tenía ventilaciones en todos lados.
Respiré como si estuviera aspirando alguna droga.
―¿Tanta sorpresa?
―No te imaginas.
―Pues... aún no hay gente despierta, ¿quieres ver mi dormitorio? ―Parecía divertida.
Asentí como un perro hambriento y la seguí. Ella cruzó el salón, pasó por una de las amplias puertas y nos encontramos con un pasillo, con algún cuarto o adorno cada tanto en los espacios que las puertas no ocupaban.
―¿Y esto? ―pregunté.
―Oficinas.
El pasillo terminaba en otro salón similar al primero, sólo que éste tenía dos puertas en los costados y dos escaleras. En una de las grandes puertas había un cartel que decía "profesores", en una de las escaleras decía "hombres" y en la otra "mujeres". En la última puerta decía "terraza".
Como era de esperar subimos por la que decía "mujeres", la cual era más larga que las de los hombres. Un piso más alto. Otro amplio salón, más simple que los otros y más largo (como un pasillo gigante) se encontraba al final de la pálida y elegante escalera. El piso estaba alfombrado de un color púrpura.
Tamara me llevó hasta su dormitorio, la puerta número cuarenta y tres. La abrió y me encontré con una habitación algo redonda; una pequeña versión de los salones anteriores pero para unas cinco personas, además de tener cosas de un dormitorio: armarios, escritorios, fotos familiares, peluches, etcétera.
Tamara se acercó a una puerta con su nombre escrito en ella, pasó una tarjeta y ésta se abrió hacia los costados.
―Guau, su puerta tiene seguro ―me susurré a mí misma y entré. Una cama, una biblioteca, una ventana, y un armario. Nada más simple.
―¿Qué te parece? ―me sonrió.
―Estoy en un sueño. Jamás creí que entraría a esta zona ―admití.
Observé una de las fotos en su mesa de noche donde Tamara y una chica de pelo rosa sonreían y se abrazaban, unos dos o tres años atrás.
―¿Y ella? ―la señalé.
―Es quien te ha prestado la ropa. La dueña del uniforme ―respondió.
―¿Por qué me dijiste que cambiemos de color mi cabello? ¡Si el de ella es rosa!
―Llamarías la atención de otro modo y no puede saber que te infiltraste aquí.
―Sí, ¿pero qué hago aquí?
―Tú sabes que hay tres niveles de Poder, ¿cierto?
―Ajá ―me crucé de brazos.
―Pero todos saben que los profesores de las escuelas públicas especiales no son los mejores, la enseñanza no es muy buena.
―Gracias, ¿a qué quieres llegar?
―A que un nivel tres de la pública no se compra a uno de la privada. Básicamente todos consideran que son cinco niveles.
―Estoy segura que dos por tres es seis.
―Sí, pero se cree que el nivel tres de la pública es como el uno de la privada.
―¿Debo considerar que estoy en el nivel menos dos?
―Más o menos.
―Ve al grano.
―El último nivel tiene un entrenamiento especial, con mucha práctica. Su primera clase de todos los días es práctica.
―¿En qué nivel estás?
―Dos.
―Bien...
―Pero me están por ascender al tres, y eso sólo lo logro porque me cuelo en las clases y los espío.
―Bien. Pero no puedes pretender que eso me ayude ―Me sentía decepcionada―, es como que a un palillo de dientes le hagas levantar pesas de una tonelada; lo único que lograrás es sobreexigirme.
―Zánika, tú eres capaz ―Me tomó de los hombros―. Lo único que sucede es que tu Poder está hibernando.
La aparté con un leve empujón.
―¿Pretendes que todos los días falta a clases? ―inquirí.
―No. Pero sí cada tanto. Y, de igual forma, hay deportes mágicos para los cuales entrenan por la tarde.
―Bueno ―suspiré―, vayamos.
Tamara y yo fuimos al salón principal. Ya había más gente y no faltó el que me miró confundido, seguramente preguntándose "¿y ésta de dónde salió?".
En el salón principal otra puerta nos llevaba a un pasillo del mismo tipo que el de los dormitorios de mujeres. Había bibliotecas, gimnasios, canchas para hacer deporte, lugares de práctica y aulas. Nosotras nos dirigimos a uno de los lugares de prácticas, con suelo de madera pulida, paredes blancas, blancos en un lado del lugar y del otro había gradas.
...Como es natural, nos fuimos a esconder detrás de éste último.
Luego de una media hora comenzaron a llegar personas: chicos y chicas de entre quince y diecinueve años, todos con uniformes de remeras grises, shorts azules y zapatillas blancas.
Un profesor llegó con ropajes similares. Parecía un gorila, con cabello rapado a lo militar, y facciones duras al punto de ser grotescas. Cerró la puerta y ordenó que todos se pongan en fila para iniciar con los blancos.
―...luego de los diez golpes siéntense en las gradas ―agregó.
Fueron unas cinco filas y comenzaron manipular bolas para lanzarlas contra los blancos. Cada uno tenía su propia manera: algunos se movían, otros recitaban palabras, otros ponían sus dedos en sus sienes como haciendo telepatía, pero hubo uno que apenas sí se movió y la pelota salió despedida. Al muchacho todos empezaron a molestarlo amistosamente, como diciendo que era un presumido, que era súper en magia, entre otras cosas.
―Vaya ―silbé.
―Él es Neizan, es el mejor en toda la escuela, ¡de verdad! ―susurró.
Era un muchacho de cabello castaño bastante claro (o rubio considerablemente oscuro) despeinado y ojos negros.
―¿Por qué dices que es el mejor? ―murmuré mientras espiaba por los espacios entre las gradas.
―Porque le es muy fácil hacer magia, apenas sí necesita concentración.
Quise discutirlo, pero no supe qué decir.
―¿Y de qué me sirve verlos, Tamara?    
―Sus movimientos, las palabras que usan para hacer su magia... Todo eso ayuda.
Soporté mis ganas de golpearla.
―No si no sabes manejar las energías.
―Te servirá cuando sepas.
En ese momento sólo me tiré al suelo; debería esperar que la clase termine para escapar... pero alto, no podría irme de esa zona hasta que sea de noche...
¡Mierda! ¡Así, con todas sus letras!
Tamara observaba fascinada a toda esta chusma como si fueran dioses. Yo me limité a cerrar los ojos y pensar una solución... para todo.
―Muy bien, chicos ―la voz del profesor irrumpió en mi concentración―, ahora quiero que elijan una pareja. Tendrán que concentrar la energía en sus manos y pasarla a su compañero.
Maldiciones saltaron por el aire, y no los culpaba pues parecía ser una cosa jodidamente imposible... ¡Jamás se me había ocurrido hacer algo así! ¿A quién se le había ocurrido?, ¿qué hacía para descubrir que se podía hacer eso?, ¿tan aburrido estaba?
Ahora la cosa sí se ponía interesante, ¿me demostraría este grupo de alargados que sí merecían estar en ese nivel?, me pregunté mientras me asomaba entre las gradas.
Al armarse parejas hubo tres o cuatro personas que parecían sobrar pues nadie quería hacer con ellos... en especial con Neizan.
De algún modo me dio pena.
Una chica de pelo castaño y corto, de tez algo bronceada y hermosos ojos dorador apareció entre la gente. Era baja, seguramente más que yo, pero un poco más alta que Lzzy. Ella era otra sin pareja y se plantó frente "al mejor" con seguridad y desafío.
―Vamos, Neizan, hagamos juntos.
―¿Segura? ―Él sonrió con algo de arrogancia... No me sorprendía si los humos se le habían subido a la cabeza.
―Sí, ¿o tienes miedo?
El chico bufó.
―Ni en tus sueños.
Ambos se pusieron tras la cinta blanca del suelo, separándolos por unos cinco o seis metros.
―Te doy los honores ―le informó el muchacho con una sonrisa traviesa, y luego agregó entre dientes: ―...si puedes.
―¡Ja!
La chica puso una mano mirando a otra, como si sostuvieran un objeto invisible entre ellas. Cerró sus brillantes ojos con delicadeza y no pudo reprimir su sonrisa de victoria. Entre sus manos se formó una esfera de energía color verde, algo transparente y rodeada de algo que parecía ser humo de un color similar. Brillaba. Muy intensamente.
Era algo verdaderamente mágico y no pude evitar preguntarme cómo haría para pasársela a Neizan.
―Esa chica es Willow ―me informó Tamara―, la tercera mejor, según dicen.
―¿Quién es el segundo? ―pregunté mientras observaba a Willow estirando sus brazos como si le lanzara la bola a Neizan.
―Izan Betller. Hoy aparentemente ha faltado.
―Neizan, Izan y Willow... ¿Alguien más?
―Kerel y Serapia.
Neizan retuvo la esfera en el aire, levitando sobre sus dedos.
―¿Son el cuarto y quinto?
―Sí.
―¿Son los otros dos que no tenían pareja? ―Seguí con la vista la esfera mientras Willow la tomaba entre sus manos.
―Exacto. Todos temen hacer con ellos.
La bola iba y venía, de una persona a otra, yendo con más velocidad por cada pase que se hacían.
―¿Por qué dicen que son los mejores? ―inquirí.
―Votación ―respondió simplemente.
―Vaya, ¿esa cosa aún existe? ―suspiré asombrada.
Tamara no respondió.
La clase continuó hasta que el profesor ladró que cambien de pareja. Neizan rápidamente deshizo la energía entre sus dedos y se acercó a quien supuse que era Kerel (pues le había costado conseguir pareja y era un chico), con quien pareció mostrarse más relajado que con Willow, más amistoso.
Kerel era alto y de cabello negro algo largo atado en una pequeñísima cola de caballo, con piel pálida y (por lo que pude ver) pecas. Sus ojos eran grandes y tristes, con una expresión de melancolía permanente, pese a que sonriera.
Nuevamente presencié el acto de canalizar energía y no guiarla. ¿De qué servía ese ejercicio? Podía servir de práctica, pero no para la vida cotidiana.
Luego de bastante tiempo la clase dio su fin y todos se atropellaron para salir de aquel lugar.
―Genial, ¿y ahora qué, Tamara? ―gruñí.
―Suelo quedarme y ver las diferentes clases de práctica. Este salón casi siempre está ocupado.
―¡No voy a quedarme a ver más! Debo hacer magia antes de intentar mejorarla.
―Pero es que puedes.
Me puse de pie, intentando no golpearme la cabeza.
―¡No, no puedo! ¡Deja de decir que puedo porque no es así! ¡Me quedan sólo cuatro días y medio y no sé manipular la energía! Debo salir de aquí e ir a practicar.
Abrió su boca, luego la cerró, para volver a abrirla, pensarlo un poco y cerrarla.
―¿Piensas ayudarme?
―Es que no sé cómo ―se encogió de hombros y puso cara de disculpa.
Solté un leve gruñido y pensé en cómo salir. Debía cruzar el pasillo-living, el salón principal y el baño, pero todo estaría lleno. Quizás el pasillo-living no tanto, pero estaba segura que el salón principal sí.
―¿No tienes alguna prenda con capucha? ―le pregunté a Tamara.
―De la escuela no.
―¿Es necesario que sea de la escuela?
―Llamarás mucho la atención si no es azul o gris, es más, seguro algún profesor intentará amonestarte... y te descubrirán.
―Esto es genial. Verdaderamente genial.
Luego de tiempo e meditar gruñí y le solté:
―¡No me importa! ¡Tráeme cualquier prenda que pueda más o menos cubrirme el rostro!
No se veía segura pero aceptó.
Estar sola allí sólo me puso más tensa. Me pregunté si había cámaras... seguro que sí, no tenía sentido que no. La seguridad debía ser genial.
Tamara volvió con una prenda de color vino, la cual me tendió con cierta impaciencia. Era una simple sudadera con capucha, la cual evidentemente no era de su amiga.
Me la puse y subí la capucha... No estaba mal, podría cubrirme, quizás, lo necesario.
―¿Necesitas algo más? ―preguntó; algo me dijo que se sentía culpable por la situación... Y estás muy bien Tamara, ¡todo eso fue tu maldita culpa!
―Si ves que alguien... hum... me vigila mucho, intenta distraerlo ―pedí mientras acomodaba la sudadera sobre mi cuerpo.
―¿Qué hago?
―¡No sé!, ¿golpearlo? Inventa alguna excusa.
―Okey, okey, ¡lo intentaré! ―me calmó.
Salí de nuestro escondite y, con mucha cautela, del gimnasio. Tamara comenzó a seguirme con sutileza, pero si alguien nos había visto salir del mismo lugar ya era muy obvio.
Al inicio no me crucé con mucha gente, pero mientras más me acercaba a mí destino más gente había. Sentía que todos me miraban y hablaban de mí, pero sabía que era paranoia mía pues no era tan extraño: no tenía la gente por qué pensar que yo me había colado allí.
Mi mayor problema eran los profesores y las cámaras. Seguro registraban todo y sabrían diferenciar uno de sus alumnos de un infiltrado.
Llegué al salón principal, me sentía tan cerca de la libertad... pero choqué con alguien.
¡MIERDA!
Accio me reconoció al instante y yo a él. Pero su reacción fue completamente diferente a nuestro primer reencuentro: se vio tan sorprendido como horrorizado. Me tomó de la muñeca en menos de lo que me imaginaba y me arrastró tras de sí.
Cuando estuvimos en un lugar prácticamente vacío (un aula) me miró como si deseara matarme.
...Si te hace sentir mejor el sentimiento es mutuo.
―¿Qué haces aquí?
―¡Yo también me alegro de verte! ―le grité con fingida felicidad.
―Responde.
―Vine a ver una amiga ―mentí... o no tanto.
―¿Ah, sí? ¿Tan importante era verla ya?
―Pueees... más de lo que crees ―No era una mentira, era sólo una verdad poco específica... creo.
―No te creo ―Sus manos se pusieron en jarra.
―¡¿Y qué?! ¿Por qué te preocupa tanto? ―chillé.
―Hey, hey ―Un chico de cabello de color marrón oscuro entró en el aula.
Seguía igual.
Caleb Russo jamás había sido alguien muy importante en mi vida, nunca había merecido serlo, pero su rostro era uno de los grabados en mi mente, y él no había cambiado.
―¿Y tú qué demonios haces aquí? ¡Tú ibas a la Escuela Normal! ―le reclamé al recién llegado, ignorando a Accio.
―Puedo decir lo mismo de ti ―fue su respuesta.
Mi reacción fue como si me hubiera pegado un bofetada. De verdad fue una respuesta que no me esperaba.
Lo señalé:
―Touché.
La escena fue irrumpida por alguien más: Tamara.
―¡Lo siento, Zánika!, no los vi... y tú... y tú... ―se disculpó, agitada, como si hubiera corrido o luchado con una manada de lobos en el camino.
―Ya, no importa, son... "amigos"... ―dije y luego agregué: ― ...si ignoras la definición del diccionario...
―Ah, ¿ahora somos amigos? ―Accio se carcajeó.
Me giré para encararlo.
―...si ignoras la definición del diccionario... ―repetí.
―¿Alguien explicará qué sucede aquí? ―preguntó Caleb.
―Hum... yo... ―tartamudeó Tamara.
―Pues...
―Estamos esperando ―nos apresuró Accio.
―¿Por qué deberíamos decírselos? ―Tamara se acercó a ellos con seguridad y furia, como si estuviera por golpearlos.
―Porque las tenemos colgando de un hilo ―Caleb hizo mímica como si sostuviera un hilo entre sus dedos―. Sabemos que estuviste aquí, Zánika y podemos decírselo a alguna autoridad.
―¿Y a ustedes desde cuándo les importa la autoridad? ―Me crucé de brazos.
―Desde que podemos manipular gente con ella ―respondió Accio con tranquilidad.
―Podríamos llegar a un trato ―dijo Tamara, aunque sonó más bien como pregunta.
―Oh, va a haber un trato ―informó Accio, sediento de sangre.
―¿Qué quieres? ―le gruñí.
―Hum... ya lo pensaré, pero, para empezar, explíquenos qué haces aquí.
―¿De verdad importa que lo sepan? ―inquirió Tamara.
―No debería por qué ―dijo Accio―, amenos que hayan hecho algo muy malo.
―Nos colamos en la clase de tercer nivel ―suspiré.
―¿Para qué? ―cuestionó Caleb.
―Eso no tienen por qué saberlo ―gruñí mientras mis brazos se cruzaban.
Ágilmente Accio me acorraló contra un pupitre, extendiendo sus brazos a mis costados, apoyándose en la mesa.
―Si eso no quieres que lo sepamos, con más razón lo sabré.
¿Mi reacción? Una femenina bofetada y alejarme de él.
―Mira, si quieres te lo digo luego, pero no molestes ahora, debo volver a clases antes de que el recreo termine ―farfullé fastidiada.
Accio abrió su boca pero Caleb lo interrumpió:
―Está bien, haremos esto: dennos sus números de teléfono y luego las llamaremos para sellar el trato... Y nos contarán todo.
―Veamos ―fingí pensar―, ¿ser manipulada por dos idiotas de mi infancia o que amonesten por entrar al otro lado? ¡Creo que prefiero ser amonestada! ―les grité en el rostro.
―Zánika ―me interrumpió Tamara. Al verla ella negaba con la cabeza―, no nos conviene. Sabes que no sólo será eso...
Asentí, comprendiendo. Accio me tendió una pluma, tomé su mano y anoté mi número.
«Sip, definitivamente tendré que temerle más a Accio que a un siel».
La la la la Bueno, aquí está la parte dos, espero que les guste. 
...Aparece Accio:| (Blank Stare) ... y yo sé que les gusta Accio porque acosa a Zánika, malditos morbososDoh!  (? Ok, no. :D (Big Grin) 
Comenten qué les parece, denle fav., si les gusta... no sé, recomiéndenla a la historia Meow :3 
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© 2014 - 2024 Zanika99
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IenixSS's avatar
guay...(aunque a había leído gran parte)